miércoles, 18 de febrero de 2009

El cielo en invierno

El cielo en invierno




En el invierno el cielo tiene su aspecto más espectacular, con gran pena para los observadores frioleros, para quienes toda ropa es poco abrigo de noche. Directamente, sobre nuestras cabezas, reina la constelación de Auriga y, cerca de ella, hacia el Sur y en forma de V, Taurus, huyendo de Cetus.



La estrella más brillante de Auriga es Capella, en realidad una estrella doble, considerada como un diamante, y la luz que recibimos de ella es la mezcla de la luz del sistema de dos estrellas.


En la V de Tauro, las estrellas están físicamente interrelacionadas, moviéndose de manera co-lectiva en lo que se llama un Cúmulo de estrellas (Las Hyades). La más brillante de Aldebarrán, una estrella amarilla que parece representar el ojo feroz de Tauro. Se trata de una estrella gigante cuyo diámetro es unas 45 veces el del Sol, y rodeada de un cascarón de gas frío.


Como ese ve el cielo en invierno


Un poco al este de Tauro y hacia el Sur, nos encontramos con una de las constelaciones más hermo¬sas del cielo: Orion, un cazador y amante de Diana en la mitología, cuyo tamaño era tal que podía andar sobre el fondo del mar sin mo¬jarse la cabeza.



Uno de los hombros de Orion es la estrella Betelgeuse, una gigan¬te de color amarillo-naranja, la séptima más brillante del firmamento. Su tamaño cambia en una quinta parte cada seis años; es tan grande que, si estuviera en el lugar del Sol, se extendería más allá de Júpiter.



Es una estrella en los momentos finales de su existencia.



En el centro de Orion hay tres estrellas que forman lo que se llama el Cinturón de Orion, y de donde pende, en dirección Sur, la Espada. Las tres estrellas del cinturón (de Este a Oeste), Alnitak, Alnilán y Mintaka, son tres estrellas gigantes. Al final de la espada se encuentra una nebulosidad que se puede observar incluso a simple vista como un parche de luz verdosoazulada.


Los prismáticos revelarán dentro de ella una nube de polvo y algunas estrellas detrás.




Se trata de la nubulosa de Orion y la luminosidad que se observa es debida a nubes de gas molecular iluminadas por unas estrellas tan jóvenes (¡Tan sólo tienen cien mil años!) que aún no han tenido tiempo de eliminar el polvo que las separa de nosotros; es, pues, un auténtico criadero de estrellas, similar a los que ha debido haber en muchas regiones del firmamento y de las cuales han surgido las estrellas que vemos y disfrutamos.

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